Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2449 de la revista ‘Caretas’.
Hace pocos meses Odebrecht capitaneaba la más inflexible de las negaciones; pero ahora se apresta a firmar la madre de todas las confesiones.
Centenares de altos líderes políticos en Brasil y en el resto de América Latina, tiemblan al saber que la luz de la revelación será para ellos la noche. ¿Cuál ha sido la dramática historia que llevó a la rendición de los antaño orgullosos jefes del imperio corporativo que tenía a presidentes en el bolsillo (o, más bien, por el bolsillo), a ser sorprendidos por el arresto; y después a librar batallas que pensaron que aún desde la cárcel podían ganar pero que perdieron?
¿En qué momento se les diluyó la decisión de resistir y aceptaron haber mentido, perpetrado crímenes y empezaron a confesarlos, a revelar los sobornos, las coimas, la corrupción que antes dirigió la decisión de Estados y que ahora, al conocerse, podrá cambiar la historia del continente y convertirla virtualmente en atestado?
Los detalles de esa historia llegarán de a pocos, mezclados con dramas paralelos, como la inminente destitución de la presidenta Dilma Rouseff por líderes políticos casi invariablemente contaminados por gran corrupción, que probablemente enfrentarán dentro de poco la evidencia y las acusaciones de las que hoy tratan de escapar.
«Entonces salió la acusación directa contra Odebrecht […] fue sorprendida por el nivel de conocimiento de los fiscales, humillada al ser descubierta mintiendo y obligada a buscar una nueva estrategia de defensa».
Para entender apropiadamente las confesiones presumiblemente caudalosas que dentro de poco inundarán con datos la geografía de la corrupción y describirán esa suerte de OEA de las cutras que representa el caso Lava Jato, vale la pena reseñar la historia de esa batalla que llevó a los grandes capitanes de empresa brasileños de la resistencia desafiante a la rendición.
Ying y Yang.- Hace un año, con mi colega Romina Mella, de IDL-Reporteros, viajé a Curitiba, en Brasil, para reportar sobre los primeros resultados de la espectacular ofensiva que las autoridades federales anti-corrupción basadas en esa ciudad habían realizado pocas semanas antes.
Bajo la dirección procesal del juez Sergio Moro, los procuradores (fiscales) anti-corrupción del grupo de tarea Lava Jato y los policías federales asignados al caso, habían efectuado una impresionante redada policial, que en un día hizo que buena parte de la élite empresarial brasileña pasara de la suite ejecutiva a la cárcel.
El operativo “Erga Omnes” (‘Hacia todos’, en latín) definió la 14º fase del caso Lava Jato y supuso el arresto de 21 altos ejecutivos de, sobre todo, dos de las empresas más importantes de Brasil y Latinoamérica: Odebrecht y Andrade Gutierrez. Entre los arrestados destacaban los presidentes de ambas empresas: Marcelo Odebrecht y Otávio Marques de Azevedo.
No fueron los primeros arrestados, ni mucho menos, aunque sí, de lejos, los más importantes. Provistos con el conjunto de nuevas armas legales que cambiaron las reglas de juego en la investigación del crimen organizado y la corrupción, el grupo de jóvenes pero ya experimentados fiscales y policías había llegado a tener información suficiente como para pedir esas detenciones, que el juez Moro autorizó.
En Curitiba, vimos pronto que entrevistar a los abogados de los acusados por corrupción era muy productivo.
Gracias al sistema de delación premiada, había muchos acusados que ya se encontraban en plena colaboración con los fiscales y la policía. Entre ellos altos ejecutivos corporativos, como Dalton Avancini, de Camargo Correa; o Ricardo Pessoa, de UTC.
Sus abogados seguían una estrategia contraintuitiva, pero acorde con lo que buscaban: al considerar que la delación premiada era la mejor solución para su cliente, lo instaban a confesar para, digamos, poner en valor la confesión y negociar así mejoras y reducciones de pena para sus defendidos. Parecían aliados de los fiscales, pero eran exitosos.
Del otro lado estaban los abogados más tradicionales, que buscaban la absolución de su defendido y que enfrentaban a los fiscales (y al juez Moro), como adversarios en la forma y en el fondo. No reconocían cargos ni acusaciones, sostenían enfáticamente la inocencia total de sus defendidos a la vez que acusaban a Moro de vicios procesales, de violación de la presunción de inocencia.
Los abogados de Odebrecht y de Andrade Gutierrez eran de esa posición, de enfrentamiento fuerte y duro. Su cara más visible, entonces, era la abogada paulista Dora Cavalcanti, apoyada en Curitiba por un elocuente abogado loretano, Rodrigo Sánchez. Ambos contaban con lograr la libertad de sus defendidos en instancias superiores en un tiempo relativamente corto. El fuerte yang frente al dúctil ying.
Odebrecht (y Andrade Gutierrez) negaban todos los cargos y proclamaban hacerlo con plena transparencia informativa. En medio de una movilización continental de Relaciones Públicas, Odebrecht repartió USBs en forma de llave, con información sobre la compañía, como si estuvieran abriendo todos sus secretos.
Entonces salió la acusación directa contra Odebrecht, con la descripción detallada de cada etapa de lavado de dinero y cada compañía que lo hizo, para el pago de coimas. Odebrecht, que había negado toda relación con las offshores y otras compañías que ahí se mostraba cuenta a cuenta y que habían sido utilizadas para lavar y depositar sobornos, fue sorprendida por el nivel de conocimiento de los fiscales, humillada al ser descubierta mintiendo y obligada a buscar una nueva estrategia de defensa. Los USBs en forma de llave desaparecieron y los extrovertidos funcionarios de relaciones públicas se hicieron súbitamente lacónicos.
Cambió la estrategia legal y cambiaron los abogados principales. El abogado de Brasilia, Nabor Bulhões, reemplazó a Dora Cavalcanti.
Bulhões había defendido en el pasado al destituido expresidente Fernando Collor de Mello y, como recordó, logró absolverlos en el Tribunal Supremo Federal. Su estrategia, aparentemente, fue tratar de hacer lo mismo basándose en cuestiones procesales.
Pero Brasil había cambiado mucho. Nuevas investigaciones, mayores revelaciones, uso inteligente de las nuevas herramientas legales por los fiscales, llevaron a los Odebrecht a darse cuenta de que Marcelo, ya sentenciado a cerca de 20 años de cárcel, solo podía agravar aún más su situación si seguía enfrentado a los fiscales.
Entonces empezaron las primeras negociaciones para la delación premiada, que tomaron velocidad creciente cuando se dieron cuenta que otros podían ganarles con información relevante y hacer que los fiscales pierdan interés en la que ellos tienen que ofrecer. Según OGlobo, junto con la negociación de Odebrecht se desarrolla la que tienen los fiscales con Leo Pinheiro, el también sentenciado presidente de OAS, que tendrá, entre otras cosas, mucho que contar sobre sus actividades en el Perú, en especial a quiénes iban dirigidos los cientos de miles de dólares contrabandeados por sus burriers a Lima.
Cuando la actitud de resistencia pasa a la dinámica de confesión, hay muchos cambios y ajustes en la visión de uno mismo, en la relación con los interlocutores, en la culpa y el alivio. Pero otras muchas cosas permanecen, entre ellas la eficiencia ejecutiva aplicada ahora a la confesión.
En los siguientes meses emergerá mucha información. Parte será sorpresa y parte confirmación. Ambas, con toda probabilidad, serán precisas.