Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2385 de la revista ‘Caretas’.
A poco más de un año de haber empezado, el caso Lava Jato es ya el más grande en la lucha contra la corrupción en ese país y probablemente en Latinoamérica. Además, su elenco de actores en el dramático guión de confesiones, negativas, delaciones y acusaciones, está integrado por las principales empresas de esa nación y de América Latina, en una confrontación de dimensiones y consecuencias épicas sobre el alma y la economía de Brasil.
Escribí sobre el tema el mes pasado, en Caretas 2381 y 2382, y esta semana les contaré los principales hechos nuevos de esta historia apasionante.
Primero, un breve resumen: Luego de cumplirse un año de empezado el caso Lava Jato –escribí en Caretas 2381– “… mientras los delatores premiados cuentan lo mucho que saben, varios presidentes y ejecutivos de las principales compañías constructoras brasileñas permanecen en la cárcel de Curitiba y varios otros sienten y saben que ese puede ser su próximo alojamiento”.
En esa etapa, las grandes empresas constructoras brasileñas, acostumbradas a actuar con frecuencia en consorcio, habían sido divididas, por la investigación fiscal, en dos bandos: los que confesaban, revelando complicidades y fechorías; y los que negaban todos los cargos y siguen negándolos. La figura más destacada del campo confesional es hasta ahora, Dalton Avancini, el presidente de Camargo Corrêa, una de las constructoras más importantes de Brasil. El líder entre los negacionistas es, sin duda, Marcelo Odebrecht, presidente de la más importante de todas.
Hasta hace pocas semanas, Odebrecht no estaba entre las compañías sometidas a una investigación intensa. Sin embargo, las acusaciones contra esta compañía ya se habían hecho públicas, y provenían fundamentalmente de los ‘delatores premiados’.
Odebrecht, en carta publicada en Caretas 2382, dijo, en consonancia con su línea de defensa, que la compañía “niega tajantemente las alegaciones calumniosas realizadas por reos confesos que persiguen disminuir sus penas”.
En las últimas semanas, sin embargo, Odebrecht tuvo que enfrentar acusaciones que no provenían precisamente de los ‘reos confesos’.
Venganza competitiva
En el marco de un acuerdo de delación premiada, el presidente de Camargo Corrêa, Dalton Avancini, que se encontraba bajo detención domiciliaria, confesó al Ministerio Público Federal –entre otras cosas– que “un cartel formado por las empresas para dividir la ejecución de obras de Petrobras” era encabezado por seis de ellas, en un grupo conocido como “G6” o “el Club”. Las seis empresas, según Avancini, eran Odebrecht, Camargo Corrêa, UTC, OAS, Andrade Gutierrez y Queiroz Galvão.
El líder del cartel, según Avancini, era Odebrecht. “Quien capitaneaba la organización y tenía una mayor influencia sobre las decisiones debido a su tamaño era la empresa Odebrecht”, dijo el presidente de Camargo Corrêa.
«La investigación fiscal dividió a las grandes empresas constructoras brasileñas en dos bandos: los que confiesan y los que niegan y siguen negando».
La respuesta pública de Odebrecht no tardó. “La empresa nunca participó en un cartel para los contratos con Petrobras – sostuvo Odebrecht– y reafirma que mantiene hace décadas contratos de servicios con la empresa estatal, todos conquistados de acuerdo a ley”. En cuanto a la acusación del presidente de Camargo Corrêa, Odebrecht afirmaba que “Para el entendimiento general, es importante resaltar que siempre fueron públicas las desavenencias entre Camargo Corrêa y Odebrecht en la disputa de importantes contratos; y [por ello] no sorprende que el presidente de Camargo, sintiéndose obligado a prestar declaraciones para librarse de la prisión, lo haga motivado por un sentimiento de venganza competitiva”.
Braskem previene
El cerrado frente negacionista de Odebrecht tuvo que abrirse parcialmente hacia fines del mes pasado. El 24 de abril, la gigante petroquímica brasileña Braskem, que cotiza en la Bolsa de New York, presentó ante la Securities and Exchange Commission (SEC) de Estados Unidos, un documento exigido por el Foreign Corrupt Practices Act, la ley contra prácticas corruptas en el extranjero, en donde revelaba que dos ex-ejecutivos de la empresa habían sido “mencionados en acusaciones de supuestos pagos impropios entre 2006 y 2012 para beneficiar a la Compañía [Braskem] en acuerdos hechos con Petrobras de proveer materias primas”. Braskem declara haber iniciado una investigación interna al respecto, sobre la cual informará a las agencias regulatorias de Brasil, la SEC y el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Braskem añade que “si alguna de las acusaciones resulta ser cierta, la compañía puede ser sujeto de sanciones materiales contempladas por la ley. […] No es posible estimar la duración o el resultado de la investigación y, consecuentemente, si tendrá algún impacto en estados financieros futuros”.
Odebrecht es dueño del 38% de las acciones de la petroquímica, la cual, hasta ahora, había seguido también la línea de negar cualquier soborno.
¿Persecución?
A comienzos de este mes de mayo, el ministro del Supremo Tribunal Federal, Teori Zavascki, cursó un pedido del procurador Rodrigo Janot y ordenó que Marcelo Odebrecht sea interrogado por las autoridades sobre donaciones electorales.
El resultado del interrogatorio a Marcelo Odebrecht dependerá, por supuesto, de la calidad de la información que posean, y puedan usar, los fiscales. Odebrecht y su defensa legal, bajo la dirección de una abogada, Dora Cavalcanti, competente y muy activa, seguramente mantendrán una resistencia pugnaz en todos los frentes.
Cavalcanti declaró recientemente, en una entrevista a Folha, que los ejecutivos de Odebrecht “están sometidos a un estado de terror”. En cuanto al interrogatorio a Odebrecht, la abogada dijo que “la lectura que hago, gravísima, es que hubo un cambio de rumbo para llegar, en forma intencional, a Odebrecht”.
En carta reciente a la revista Epoca, el propio Marcelo Odebrecht acentuó por su lado, el argumento de que investigar a Odebrecht supone perjudicar la economía brasileña. “Al insistir con argumentos superficiales e inconsecuentes, la revista […] se coloca al servicio de nuestros competidores extranjeros para llevar empleos y divisas a otros países, dejando perjuicios significativos a Brasil”.
Odebrecht pone cifras a su argumento: “… Odebrecht generó, en 2014, 3 mil 600 millones de divisas a partir de la exportación de bienes y servicios, que proporcionaron o generaron casi 700 mil empleos…”.
Ese es, en el fondo, el dilema que enfrenta Brasil ahora. Con una economía en peligro de recesión, ¿puede permitirse el país la casi paralización de sus empresas fundamentales por la lucha contra los corruptos con fortuna?
La respuesta, del lado de quienes llevan adelante la campaña sin precedentes contra la corrupción es que, precisamente, el altísimo volumen de robos, la metódica rapiña de los recursos públicos, los sobreprecios habituales logrados por la connivencia entre carteles privados y funcionarios públicos, no solo representó un expolio sistemático de miles de millones de dólares sino que sentó las bases para convertir el crecimiento en recesión. Luchar contra la corrupción puede ser costoso en el corto plazo pero se convierte luego en una ganancia continua en el plazo mediato y largo.
Con esos y otros argumentos, la batalla principal, entre uno de los más capaces capitanes de industria en Latinoamérica y los excepcionalmente competentes fiscales anticorrupción brasileños, está por empeñarse. El resultado es incierto, de repente la batalla también.
Lo cierto es que la única forma de que Brasil, y América Latina, ganen es si de ese proceso sale la información de fondo y de detalle sobre la corrupción: quién sobornó a quién y por cuánto, para lograr qué… con el dinero de todos.