Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2363 de la revista ‘Caretas’.
Hay ciudades que hacen la vida grata y hay ciudades gratas a la muerte. En el ranking de las 10 ciudades más “vivibles” del mundo, a criterio de The Economist Intelligence Unit, cinco pertenecen a Australia y Nueva Zelandia; tres a Canadá; dos a Europa. Melbourne ocupa el primer puesto y Viena el segundo. ¿Qué las hace más vivibles? La baja criminalidad, el clima, la calidad de los servicios de salud, del sistema escolar y del transporte público, entre otras cosas.
Ninguna ciudad latinoamericana se encuentra entre las más vivibles. Tampoco cerca.
En el ranking de ciudades letales, en cambio, el 70% pertenece a Latinoamérica. Las diez peores, aquellas que tienen los índices más altos de homicidio en el mundo, son todas latinoamericanas. Las encabeza San Pedro Sula, de Honduras, la capital mundial de homicidios. Si Melbourne ofrece, en un extremo, la alta probabilidad de una vida longeva, protegida y estimulante; San Pedro de Sula se resigna a ser el centro urbano más mortífero de la tierra, al imponer la realidad hobbesiana de una vida “pobre, cruel, corta y brutal”.
Ninguna ciudad del Perú, de paso, figura en la lista de las 50 ciudades con más alto índice de homicidios en el mundo. En nuestro país, ya se ha dicho, el nivel de delito es alto pero la letalidad, la frecuencia de asesinatos y homicidios es comparativamente baja con relación a otros países latinoamericanos.
Pero eso no debiera representar motivo alguno de complacencia. Las tendencias actuales no son buenas, el aumento del crimen organizado violento en el Perú es evidente y el deterioro puede ser muy rápido.
El reporte del ranking de ciudades letales es realizado anualmente por una organización mexicana, el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal. No incluye ciudades en guerra (como, digamos, Kobani) ni tampoco distritos rurales, sino ciudades de 300 mil habitantes para arriba, y su metodología de análisis pormenorizado de datos les ha hecho posible detectar fraudes estadísticos perpetrados por gobiernos, que señalan en su informe.
«La violencia social suele distribuirse en forma opuesta al dinero. A mayor pobreza, mayor depredación criminal en casi todos los casos».
“El mayor obstáculo – señala el informe– que este esfuerzo enfrenta es la falta de transparencia de los gobiernos de varios de los países con urbes que se incluyen en el ranking. Peor aún es la práctica de falsificar cifras que practican [sic] gobernantes de algunas naciones, específicamente de México y Venezuela”.
En el caso de México, “el problema es que los gobiernos de no pocas entidades federativas falsifican las cifras, para simular una incidencia criminal inferior a la real. […] Los casos más escandalosos de discrepancia, que evidencian la manipulación de cifras y que tienen relación directa con el ranking, son los de los estados de Tamaulipas, Coahuila y Chihuahua”.
Las 10 ciudades con más letalidad específica en el mundo son:
1) San Pedro Sula, Honduras, con un índice de 187.14 homicidios por cada 100 mil habitantes;
2) Caracas, Venezuela, con 134.36;
3) Acapulco, México, con 112.8;
4) Cali, Colombia, con 83.2;
5) Maceió, Brasil, con 72.8;
6) Distrito Central, Honduras, con 79.4;
7) Fortaleza, Brasil, con 72.8;
8) Guatemala, Guatemala, con 68.4;
9) João Pessoa, Brasil, con 66.92;
10) Barquisimeto, Venezuela, con 64.72.
La violencia social suele distribuirse en forma opuesta al dinero. A mayor pobreza, mayor depredación criminal en casi todos los casos. Así que imaginen lo que es vivir en la estrechez en San Pedro Sula. Te falta todo pero el peligro sobra.
No solo allá. El crecimiento descontrolado y violento de las maras en El Salvador, por ejemplo, hace virtualmente imposible la vida en su propio barrio para miles de niños y adolescentes. Una nota reciente en The Guardian, escrita por Nina Lakhani, ilustra la tragedia que representa el crimen violento para la niñez y la adolescencia. Describe el caso más bien típico de un muchacho de 16 años, Reinaldo Menéndez, que se lanza al viaje solo a Estados Unidos porque ha sido amenazado de muerte por la Mara MS-13. Menéndez vive en un barrio controlado por la Mara Calle 18 y aunque el muchacho no se mete con nadie, su domicilio significa razón suficiente para la MS-13 (por cuyo territorio tiene que pasar para ir a la escuela), para matarlo.
Menéndez intentó escapar a Estados Unidos, pero fue detenido por la policía mexicana en Oaxaca y despachado de vuelta al barrio tóxico y sus dilemas de vida o muerte por ir a la escuela.
En los primeros 9 meses de este año, cerca de 3 mil 800 niños salvadoreños fueron capturados por la policía en México o en la frontera con Estados Unidos y devueltos a su país, mientras que alrededor de 66 mil niños cruzaron la frontera, según la nota de The Guardian. Muchos de ellos buscan reunirse con sus padres, pero la mayoría menciona la criminalidad y las amenazas directas de muerte como la razón para emprender solos el desesperado viaje al norte en una de las rutas más peligrosas de la tierra.
No solo los niños. Casi la mitad de la población salvadoreña, a tenor de una encuesta de La Prensa Gráfica, desea abandonar su país, en el que no pueden vivir ahora que lo sienten gobernado –en su cuadra, en su barrio– por las bandas criminales.
Una reciente nota de la publicación especializada Insight Crime intenta responder, con cinco razones, a la pregunta de porqué las ciudades más violentas del mundo están en Latinoamérica.
Las razones, según Insight Crime, son: 1) El auge de los mercados internos de drogas; 2) La fragmentación del crimen organizado; 3) Las naciones de tránsito de la droga se convierten en centros criminales; 4) Los conflictos inter bandas y el legado de la guerra civil; 5) La corrupción y criminalización de gobiernos locales.
Son razones que, sin duda, explican parte del problema. Pero falta añadir a ello los efectos de la corrupción en el nivel de gobiernos regionales y nacionales, con el resultado de tremendas ineficiencias de gestión debido al robo de recursos y al abandono de la administración estatal en sus aspectos más esenciales.
Finalmente, la corrupción privada-pública, de las grandes corporaciones con el Estado nacional, con la inversión y empleo preferente de recursos (aparte de los robados) en empresas o proyectos de alta rentabilidad para los accionistas pero estrecho beneficio colectivo mientras se descuida o abandona las tareas esenciales de todo Estado, la principal de las cuales es darle seguridad a la gente e impedir que quede a merced de los depredadores, sin gobierno, sin protección, sin futuro.